Voy buscando

Viejas voces
Que alumbren mi camino
Piedras, solo piedras.

Y como no sé hacer
Ni muros, ni senderos escondidos
Voy andando despacio,
Camino despacito.

Voy buscando recuerdos,
Sonrisas, como aspas de molinos
Imbatibles mi gigantes.
Inacabados mi castillos.

Voy buscando.
¡Busco!
De noche he venido
Y con la noche me marcho
Como un ladrón furtivo

Mónica Martín.

biografia:
Mónica Martín

Un poco de historia.

Madrileña, 29 años. Hija adoptiva de la cuna de Cervantes, ha pasado toda su vida entre las callejuelas de una ciudad que alumbró a un genio de la lengua española.

De profesión. Informática.

De Vocación. Escritora.

Sí a un escritor lo define tan solo el hecho de escribir.

El baño de historia, cultura, y hermosa opacidad de los muros y mirabetes de Alcalá de Henares; el trasiego de sus calles, el gentío, sentarse en cada esquina desde bien entrada la infancia a observar y el descubrimiento de que la palabra en sí, de que cada palabra puede ser un mundo, fascina a una niña muy, muy pequeña que se va y se viene de sí misma en continuos goteos a la biblioteca.

Pertenece a una familia numerosa y humilde y se asombra cuando otros niños pueden elegir entre más de tres colores diferentes de bolis.

Odia la televisión y en ese punto comienza a germinar la obra.

Para aislarse del bullicio televisivo, pasa largas horas leyendo y cortos minutos escribiendo en la intemperie. Escribe en la calle, en sus calles favoritas, de ahí que las primeras fuentes la sitúen como escritora de relato corto.

Después de dos premios concedidos en su ciudad natal se cansa de competir, comprendiendo que en literatura es absurdo ser mejor o peor que otro, porque el lenguaje hablado y escrito es tan poderoso que resulta a efectos de moda totalmente inclasificable.

La obra trasciende al autor siempre y al final es la colectividad de la historia humana quien coloca a ambos en su justo lugar.

Asombrada por el brote poético de cada relato, se anima a experimentar con otros géneros intentando averiguar qué cosa puede hacer, qué cosa no y en un momento agridulce de su vida en el que está viviendo la enfermedad terminal de su padre y descubriendo, por fin, el amor, escribe el primer capitulo de Sin Control y descubre que para ser un capítulo es demasiado extenso.

En un intento de construir un esqueleto narrativo para mantener la tensión del lector y llamar al erotismo sin llegar a la pornografía había engendrado una novela corta que explora lo inexplorado de cada uno de nosotros.

Se sorprende a sí misma cuando descubre la trasformación tan brutal que han tenido sus personajes portando la bandera de esa cosa que todos llaman amor, necesidad, nostalgia, dependencia, humanismo, celebración, búsqueda o tristeza.

Ese mismo sentimiento y la forma en que está dicho, se convierte durante todo el proceso en una lucha feroz de autora y obra. La obra lucha por germinar en poesía, la autora lucha por seguir manteniendo la forma narrativa y el tiempo, que es testigo mudo de la guerra, ve como las batallas se pierden y ganan a partes iguales.

Releyendo la opera prima de Mónica Martín más de un par de veces, uno tiene la sensación a cada momento de que la última vez que lo leyó se perdió algo, uno tiene la sensación de que los golpes de voz, los sonidos de las silabas y las ausentes pausas entre ellas, llaman a un universo de literatura distinto ha cuanto ha leído.

monicam_g@yahoo.es