PROCLAMA POR LA PLAYA LARGA Es en este hermoso paisaje
que sella la ciudad Tarraco
donde la virginidad brilla
a través del paso del tiempo.
¡Y quieren cambiarle su forma
a toda esta Costa Dorada
de tanto libar su belleza!
Desde nuestro arenoso oasis
y monte pinar marquesado
están las ancestrales huellas
de los caminantes descalzos.
¡Y quieren cambiarle su nombre
a toda esta Costa Dorada
de tanto estrujar su entorno!
En tu abrazo de playa abierta
sentimos la paz necesaria
y por ello te custodiamos
“Nina de la ciutat” amada.
RUTINASQuehacer, rehacer, deshacer:
ritmos de ida y vuelta;
movimientos cotidianos.
Humano reciclaje,
anclaje evolutivo: la carne.
Y volver. Asirse a sí mismo;
rutina rotativa desquiciante.
VOCES DE CRISTALAlgo más lejos de este presente
en que agazapada vive la espera
me ubico.
Describo lo ya sentido
con el apéndice de mi reflejo.
Así el poeta oracula el sonido
en el toque de un instante
del borde de una copa.
BREVE BIOGRAFÍA:
Janine Puig PoissonLlegué a Tarragona desde París en un viejo Renault negro, conducido por mi padre, con la cara vuelta al país de mi infancia para no olvidar jamás esas pequeñas vivencias. Sólo tenía siete años cuando aparecí por aquí, en esta misma calle donde después de un salto en el tiempo sigo viviendo. Salía del chalet de mi abuelo por la puerta de atrás y seguía el camino atravesando el puente, ese que está debajo del nuevo y que mi hermano mayor bordeaba peligrosamente. Iba a la escuela de niñas del Miracle, pues la de los niños estaba arriba en Jaime I, así que nunca conocí una escuela mixta. Mi adaptación a la ciudad duró sólo un giro de tren, como aquel que había cerca de la casa de mi abuelo. A los ocho años ya vivía en Barcelona, terriblemente confundida y esperando siempre las vacaciones de verano para regresar. Tardé unos veintisiete años en escapar de ese pulpo que te engancha, de ese laberinto de túneles y calles donde no se veía el cielo, esa locura sin tiempo propio. Tuve que dejarlo todo: trabajo, amigos, hermano, madre, recuerdos, para recomponer mi espacio nuevamente en el lugar que adopté como mío. Ahora la calle está asfaltada, el puente ha crecido y en ese mismo colegio de esa misma calle han jugado y crecido mis dos hijos, felizmente rescatados a tiempo para no mirar atrás.
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