DERECHOS DE LA MUJER
Toda mujer tiene derecho a ser amada con locura
a ser invocada en sueños por labios fantasmales
a ser la musa inspiradora de un poeta callejero.
Toda mujer tiene derecho a la palabra infinita
a decir una y mil veces te amo
a nombrar cada detalle de su suicidio amoroso
Toda mujer tiene derecho a la creatividad insaciable del macho cabrío
al despliegue de todas sus destrezas
para alcanzar el grito inefable de la pasión.
Toda mujer tiene derecho a ser puta, concubina, cabaretera
toda mujer tiene derecho a soñar indecencias
a decir insolencias, a probar sin licencias.
Toda mujer tiene derecho a las mañanas de modorras,
a las noches trasnochadas, a las vidas desbocadas,
al desayuno en la cama.
Toda mujer tiene derecho al suspiro en la oreja,
a la mirada hambrienta, a la caricia cómplice,
al amor sin barreras.
Desde la llama de una vela al incendio de una hoguera
Toda mujer tiene derecho a encender todos los fuegos.
BESTIA
Tengo una bestia en las entrañas
iracunda, desbocada
una bestia enjaulada que ruge y que ruge
con sed de sangre y muerte
Cada latido es un zarpazo
Cada deseo es una tragedia
Cada lágrima atraviesa mi rostro como sus infinitos colmillos.
Tengo una bestia en las entrañas
merodeando el corazón
Cuando aúlla me desgarra el alma
y la luna no calma su dolor.
A su paso todo cae desangrado,
la voz queda muda, los ojos ciegos
y la tormenta arrastra sus vísceras por las calles desiertas.
EXABRUPTO DEL BRUJO DE RISA FATAL
Sin ser Dios, alguna vez,
al principio de los tiempos,
mi carne gozó de la inmortalidad,
mis pupilas abrazaban el horizonte,
y en mi sangre ardía el universo.
Pero yo no era un Dios.
No era Dios el Brujo Negro.
Tampoco lo era El Descuidado,
ni mucho menos el Brujo de la Noche.
Entonces explotó la furia de los falsos ídolos
que temían por su reino de papel.
Soplaron su gélido aliento
sobre el fuego conquistado,
cegaron nuestra vista con sus artificios
y abrieron su soberbia en medio del Edén.
Se nos ordenó bajar la mirada
ante el Señor de los Mundos
y rendir nuestros corazones
al polvo original.
Y los necios de la regresión infinita
se enfrentaron, entonces,
a su propia soledad.
Pese a la sentencia,
la muerte no quebró
el espinazo de la noche,
y la inocencia
dejó entrever su sonrisa
en los rostros de los hombres
que aún miraban al cielo.
Nadie ha vivido más tiempo
que un niño muerto,
advirtió Zhuang Zi,
en el epitafio de la infancia.
Algunos que no supieron escuchar su voz
sucumbieron ante la nostalgia de la derrota,
otros traicionaron a la esperanza
y los más desprovistos,
jugaron a ganar batallas
en un tablero de ajedrez.
Yo, en cambio,
gozo jocoso,
con las escaramuzas de esta historia
que nos cambió las preguntas
cuando teníamos todas las respuestas.
Me río de las seriedades seniles
que arrugan la frente de empinadas laderas
y húmedos senderos.
Seriedades que decantan la voz en la garganta
y pesan en los párpados invocando el sueño.
Seriedades hipócritas
que amenazan con sellar
tus labios en el vacío de la apariencia
y vuelven a plegar una y otra vez tus sienes
como sábanas de acogida en el sonámbulo delirio.
Si las ideas no nacen de la emoción
mejor que no prostituyan las palabras
que las transportan en el aire.
Si las acciones no nacen en la sangre
y no bebes tu sangre como el vino de la fertilidad,
mejor calla y duerme.
Que se apaguen los lugares promiscuos
que tu lengua dispara
como proclamas revolucionarias.
Que se despierten las dudas cómicas
del ángel aguerrido
y a metrallas de carcajadas
desbaratemos tu pintoresco heroísmo.
Inventemos la risa infinita
que tuerce los estómagos,
la fuga de lágrimas desbocadas
que hace surcos en los rostros
y deja sus huellas de pájaro
al borde de la mirada.
Inventemos la risa de los funerales
que levanta a los muertos de sus tumbas,
que rescata a los sobrevivientes de los abismos
y siembra la magia en la boca de los vivos.
Y sepultemos con nuestra risa
a los adoradores del entrecejo fruncido,
de la voz golpeada y el silencio enmudecido.
¡¡ Atención títeres y titiriteros,
muñecos y muñequeros,
caricaturas de maestros
y aprendices de cartón!!
Escuchad lo que os viene a decir
este bufón de la humanidad.
Elevad el ancla de este barco hundido,
dejad al viento ejercer su trabajo
y aprended del oleaje y de la tormenta
su desprecio por la adversidad.
Pero, atención, muchachos de la bonanza,
temblad ante la risa cósmica
que bombardea sus castillos aéreos.
Temblad ante la alegría inédita
de este parto milenario
y arrojad vuestras estériles suspicacias,
en el pozo sin fondo del olvido.
biografia:
Soy periodista, tengo 25 años, escribo desde los doce. Estudie en la Universidad de Chile, egresé hace un año, y estoy buscando un lugar en el mundo. Suena un poco melodramático, pero es apenas un síntoma del síndroma de Peter Pan.
Campanita, ¿Has visto mi sombra?