Nadia Renata Artieda Centurion
Poeta ecuatoriana.
I
Lijaré las garras al cerrar la puerta,
al quedarnos dentro de tu iris plateado.
Nada es más piel.
Hemos llorado lanzándole besos a un árbol que se aferra al cemento de la ciudad.
II
Los infaltables persignadores,
y yo gritando muda:
¡leí que no tengo pecados,
tampoco voy al cielo,
lo he visto desaparecer!
III
Me ha bajado un collar de lentejas
lo he colgado en mi muelle corto de mar.
He dejado un sombrero ausente fingiendo por mí.
Busco suerte bajo el brazo dejando centavos a los amigos
que pegan y pasan.
Me iré al amanecer alargando el juego
como si todavía tengo derecho.
Ser esto no es fácil.
Dejar rastros agónicos
luces prendidas para que no puedas dormir
y veas cómo la silueta que creías poseer
se te desaparece del brillo que dejan todas las sombras.
Vuelvo a sonreírte sin detener mi paso apresurado
y regresas a la esquina de la cama
entre sábanas remangadas.
Si vuelvo, ¿dónde queda la crueldad y la ciudad
que me llenan la boca y me parten el labio?
Queda trastornada, trastocada,
se pierde ante el ruego de la vida.
Me olvidé dónde queda el corazón y las palabras lindas,
pero esto es lo más completo
que llego a reunir.
Ser esto no es fácil.
Sólo me queda seguir mirando de frente,
como si puedo hacerlo.
¿Dónde quedó el amor que es para siempre?
Se fue a las Seis,
dejándome con la lengua a tiemblas,
sin lágrimas al respecto y vómitos quemados.
Se me fue la maravilla, la blancanieves,
dejándome tatuadas hadas y flores de loto.
¿Acaso voy a seguir muriendo,
acaso puedo?
¿Dónde está Seagal y la Historia de amor?
¿Porqué sólo tengo antologías?
Sólo sé que la ausencia es la peor libertad,
que me patearon el bastón.
Y pido una monedita de rencor, el puñal con que me coronaron,
una muerte Extra, el gato apaleado
y no volverme a ver.
Porque en el mundo ahora mando yo
y no puedo dormir soñando con libélulas en mi nariz,
por cuidar la angustia cansada
de tanto esperar el fin de la estupidez y vergüenza ajena.
Los austeros decimos que el peor pecado es arrepentirnos.
Los dioses se me borraron para irse al cielo de otros,
dictando que esto es tan sólo mi problema
y de los que existen.
Recorro mi rostro entristecido por la alegría de mañana.
Si nadie llora por mí, me va mejor.
Con los ojos hundidos
en el antojo
de retener sus nombres
y releyendo sus pecados,
gozo el olvido.
Me están buscando para matar.
Ya escucho los cantos,
tienen miedo de mirar atrás.
Relinchan por esperanzas sabiendo que sólo perpetúan
el pasado vengativo de mi abuso de poder.
Malditos sean mis sueños y logros, por ser pocos.
Luzco enferma amarillenta, verdosa y morada,
eso piensan.
Ya puedo ver cómo se van acercando con el látigo
por detrás del cuello,
¡A que corro más rápido, a que los hago desaparecer,
a que me quieren creer!
Mi castigo eterno serán mi voz y sus escarabajos,
yo no hice nada,
se los dicto desde hoy.
Me voy a primera luz esquinera,
apta para recordar manzanas ajenas,
para estar madura
para saber que tengo y juego con la conciencia,
que sonrío y me visto.