Liudmila Quincoses Clavelo
Cónsul de la Provincia de Sancti Spíritus
(Santi Spíritus, Cuba, 1975). Poeta, narradora, editora y periodista que se inserta en el mundo literario desde joven, con el Premio Fundación de la Ciudad de Santa Clara en 1994, con solo 19 años. Su obra ha sido apreciada por diferentes lectores de disímiles países como Estados Unidos, Argentina, España, Alemania, Italia, México; así como en las páginas de las revistas El Caimán Barbudo, La Gaceta de Cuba, Casa y otras de Cuba y el extranjero. En el año 2001 fundó el grupo literario Los Escribanos. Recientemente refundó junto a Julio Neira (artista plástico) el proyecto alternativo Escribanía Dollz, que ahora incluye exposiciones de pintura, promociona la obra de escritores jóvenes, y es un espacio donde se llevan a cabo conferencias, lecturas de poesía y lanzamientos de libros. Se desempeña actualmente como editora de las Ediciones Luminaria de Sancti Spíritus. Es miembro de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) y de la Asociación Hermanos Saíz (AHS). Ha obtenido premios en diferentes concursos entre los que se destacan: Premio Fundación de la Ciudad de Santa Clara, 1994; Premio América Bobia, Ediciones Vigía, Matanzas, 1995; Premio Dador del Instituto Cubano del Libro, 1996; Premio de Poesía La Gaceta de Cuba, 1997; Premio del Frente de Afirmación Hispanista, México D.F, 1998; Premio Pinos Nuevos, Letras Cubanas 2001. Tiene publicado los libros: Un libro raro (poesía, Ed. Capiro, 1995); Donde se cuenta la historia de un hombre (narrativa, Ed. Luminaria, 1991); En el último sendero el iniciado piensa (poesía, Ed. Vigía, 1996); Los territorios de la Muerte (poesía, Ed. Letras Cubanas, 2001); Poemas en el último sendero (poesía, Ed. Abril, 2002); Antología de la poesía Tanática y Cósmica (antología poética personal, Frente de Afirmación Hispanista, 2002); Plaza de Jesús (poesía, Ed. Letras Cubanas, 2005); Poemas de los viajes (antología poética personal bilingüe, Tasignano Editores, 2006); El libro de la espera (poesía, Eds. Luminaria, 2008). Su obra ha sido compilada en innumerables antologías y revistas cubanas e internaciones.
ARCA, MURO
He puesto una piedra donde se han enredado las constelaciones,
he puesto una centella que blanquea el cielo,
mi alma toda para construir esta casa.
Haré dos plantas y una escalera para unir mi tierra
y mis cielos.
Bajo el techo verde de la pérgola
colgaré mil pájaros prendidos por hilos invisibles.
Quiero un sótano ancho
donde sepultar mis dudas, mi vergüenza.
Necesito una máscara,
una puerta de madera pulida, con aldabas de hierro.
Quiero un arca, una casa con muros, un jardín cerrado
donde tejer la vida que me queda,
donde olvidar…
ALGUIEN HA CERRADO LAS VENTANAS A LA PLAZA
Hay una plaza inmensa allá afuera.
Me separan de ella las ventanas,
la madera antigua con que fueron hechos los postigos.
Ya no veo la plaza, ahora la imagino.
Ahora sé por qué ha resistido tantos años.
Está hecha de nada,
de recuerdos que le dan forma.
Y uno puede quitar las rejas, las estatuas,
quitar la plaza.
Caminar sobre la tierra espesa.
Mirar la iglesia, la torre, el campanario,
sentir el ruido del bronce que ahuyenta las palomas.
Mirar la plaza de lejos sobre el puente,
regresar luego a los arcos, a los portales.
Regresar a esas ruinas que aún no fueron fundadas,
regresar a uno mismo.
Y abrir los ojos, las ventanas,
caminar luego por la plaza.
Palparla tal como es, volver a hacerla,
morirse de viejo,
fundarla.
DUPLICACIÓN DEL TRUENO
Te veo sentado al borde de la fuente
mirando el camino que la tarde duplica,
que duplica el trueno.
Mueves los dedos bajo el agua imaginaria,
el agua te calma el calor.
En la plaza hace mucho tiempo que nadie canta,
que nadie aplaude bajo la lluvia,
que nadie saluda el bellísimo sonido
del trueno duplicado.
DE TARDE EN CUATRO ESQUINAS
Oigo un trueno y veo sobre las casas el puñal de fuego del relámpago,
los postes de teléfono se extienden
como maderos para crucificados.
Puedo estar caminando por la Vía Apia.
Algunos me saludan y me dicen
a modo de noticia, muy alegres,
que el año se va a acabar.
Yo sólo siento el relámpago aquel,
sobre mi pecho.
Y la lluvia después
interminable.
PLAZA DE JESÚS
Veo la mano aquella que me señalaba la plaza,
como un deslumbramiento.
Miro los bancos,
la iglesia de piedra hermosa y destruida,
del Cristo solo quedan los pies,
y en las columnas los huecos de los nichos,
el espacio vacío de los santos en las paredes.
Jugamos al eco,
unos pájaros se asustan
y vuelan
en círculos sobre nuestras cabezas.
Me muestras la iglesia con mucha atención,
me muestras los techos,
las figuras borrosas de los ángeles.
El viento a veces entra y la luz dibuja otras visiones.
Como si fuera la tarde última
miramos al cielo.
Escucho la campana que no existe
llamando a la misa de la tarde.
Los albañiles toman sus cervezas en jarras de metal,
miran con ojos cansados la fuente seca.
No te vayas,
no dejes destruir la plaza.
No dejes de mirar este sol
como si fuera el último,
como si nunca acabara.
CAJA DE AGUA
Íbamos a la casa de unas costureras,
me sorprendía la penumbra de la sala,
los adornos de una gastada porcelana,
los tesoros de aquellas pobres damas.
Nunca las llamaba por su nombre,
era como deshacer el milagro,
yo no estaba.
Recuerdo un tocador inmenso
con sus piezas de mármol,
una cocina, y un lavabo preso en la madera,
como una fuente muerta.
Lo más sorprendente era la caja de agua
con su piedra blanca y la tinaja misteriosa.
¿Dónde estará la niña?, preguntaban las costureras.
Mi juego era sencillo, entraba en aquel mueble,
mi cuerpo se ajustaba a la madera,
era la misma sensación de estar en un cofre.
Durante toda la tarde me escondía,
casi sin respirar, para que no me encontraran,
sepultada, en la caja de agua.
VELADA
Cantábamos si la luz redentora te llama buen ser.
Y luego alguna mano pasaba un agua con pétalos de rosa,
una colonia de lavanda y cascarilla.
Y te llama con amor a la tierra,
las figuras vestidas de blanco se asoman a sus vasos,
donde la mano poderosa va dibujando imágenes.
Yo quisiera ver esos seres.
Sobre la mesa un búcaro colmado de rosas,
fragantes y rojas como la sangre inexistente.
Cantando alabanza al divino Enmanuel.
Un resplandor cruza vertiginoso sobre mis ojos
y a mi lado se transforma la voz de la clarividente,
sus manos se crispan,
oye buen ser, avanza y ven.
Hay otra persona a mi lado
que da las buenas noches,
pide agua y muchas flores para su tumba
y canta, canta mucho,
que este coro te llama y te dice ven.
Luz y progreso.
NOCHE DETENIDA EN LA MEMORIA
He descubierto nuevas sensaciones
que ha despertado en mí la tormenta,
a dos aguas caen las palabras
y la noche,
unidas en un mismo manto sobre mi techo.
Un rayo azuza las tinieblas,
el mundo comienza cuando se apagan los ojos,
el miedo nos envuelve,
los músculos detenidos
producen su música,
su vibración, su violencia.
FINA DAGA LUMINOSA
Ha caído sobre la ciudad una plaga de tinieblas,
las puertas de la noche se han abierto
y la tiniebla incontenible ha arrasado con mi rostro
y con el de mis hermanos.
Solo me queda hallar el candelabro,
encender sus siete luces,
vencer la negrura de esta noche sin fin.
Llegaría la luz a los ojos del ahorcado,
al futuro que descansa en el agua del vaso,
llegaría la luz y con ella
la ciudad volvería a su ritmo habitual.
Se perderían mis estrellas
ese tesoro místico que me dio la noche.
Perdería la fina daga luminosa
que pende del cielo,
esa horrorosa espada,
tan bella,
que me recuerda la vida.
SOMBRA DEL CONDENADO
Yo soy quién te habla del otro lado del sendero
altivo caminante no me evites.
No cierres esos ojos que el miedo ha de anularte,
no dejes que se borren las huellas del dolor.
Hay un atardecer que no se acaba nunca,
y rostros en los sueños que no tienen vida.
Yo siempre estoy contigo
no es el viento quien mueve las ramas en la noche.
Escúchame, te llamo desde el sitio más solo,
te llamo sin mi voz.
Soy el paso del ciego hacia el abismo inmenso,
y el reo que en silencio se fuga hacia la muerte.
No creas que te acoso, esto no es agonía.
Agonía es no tenerte dormido ni despierto,
sino siempre distante.
Has un alto en tu absurdo camino,
susúrrame algo, una frase, una queja.
Yo soy tu voluntad
sin mí los cerros altos se tornan imposibles.
Desde que sé tu nombre lo escribo sobre el agua,
porque de agua es tu cuerpo
y tus ojos son agua.
Ese sol ya me anuncia que no has de regresar.
Noche tras noche te he librado de los grandes señores
que con fas tenebrosa tratan de separarnos.
El universo es solo un círculo,
una sutil serpiente que se muerde la cola.
Yo habría querido paz y no la tengo,
yo habría querido descansar y no hay reposo,
yo habría querido ser piedra y soy solo sombra
como tú has de serlo.
Pero tu belleza es tanta,
es tanta tu tristeza
que no puedo llevarte a lo oscuro conmigo.
En aquellos lugares donde la penumbra es luz
siniestras imágenes de lo que fue tu rostro
viven en el agua.
El tiempo no existe,
son dos metales el oro del día y el bronce de la noche
impresos en una misma moneda
que no para de rodar, no se detiene.
Atraviesa laberintos, paisajes difíciles,
atraviesa mi alma atravesada ya
y no llega nunca.
En los días que aquí suelen llamarse noches
he reconocido tu voz
que en el silencio vibra, me condena.
Dame una mano tuya y líbrame del miedo.
Yo vivo en las sombras, llévame a la luz,
a la intensa luz.
Han venido a buscarte los Siervos del Maldito,
si en el último momento descubres mi presencia
sé que te habré salvado.