Javier Moyano-Rabiarte
Nació en Bogotá, Colombia, 1983. Director y fundador de Rabiarte (Colectivo de escritores) Tallerista de literatura y teatro, coordinador del grupo experimental de arte Desprovistos, cofundador del movimiento Sin.Ismo. Ganador de concursos distritales y nacionales de literatura, ha trabajado como jurado en varios concursos de literatura. Entre sus publicaciones más sobresalientes están: Buscando América en Ciudad Nadie, colección de cuentos ganadores del Concurso Nacional de Cuento Che, lo llenas todo con tu presencia en 2007 y el libro de poesía Hoyos negros, historias y canciones para dormir en una tina 2009. En 2013 participa como invitado especial de libro de poesía del colectivo Negacionista, Poetas que hay que morir antes que leer editado en México. También es columnista permanente la revista La Hojarasca y el periódico Periferia Prensa Alternativa. Ha sido invitado a festivales dentro y fuera del país. Actualmente es docente universitario y trabaja como colaborador del colectivo La esquina y en la conformación de la editorial Servidor de Nadie.
DeLorean DMC-12 y un buitre albino
I
Si pudieras volver
abrazarías algún árbol
no te colgarías de sus ramas en primavera
no te cortarías las venas.
Aprenderías a tocar un instrumento
escribirías al menos un mal verso
obviarías pensar tanto en tu epitafio.
Si pudieras volver
caminarías más descalzo,
no juzgarías sin quitarte antes
los pelos de la nariz.
No comprarías tanto
no agacharías tanto la cabeza
recordarías tus sueños al despertar,
no negarías un abrazo
o una noche en cualquier cama
en cualquier callejón.
Si pudieras volver
abrazarías más perros,
competirías menos
jugarías más.
Si pudieras volver
No tendrías miedo al perdón
ni al paredón,
no darías limosna
no te angustiarías por el tiempo
que no te pertenece,
cantarías más
gritarías más
te odiarías una pizca menos.
Cambiarias menos de canal
irías frecuentemente frente al malecón
para hacer nada
todo
tu.
El DeLorean DMC-12 tiene el exosto tapado con una media velada
y tu adentro
sin futuro o pasado
el buitre no abre las alas
al fondo
el silencio.
II
Digámonos la verdad mico áptero sin alma
Si pudieras volver
Seguirías matando
robando
envenenando
destripando
mintiendo
codiciando
engullendo
contaminando
corrompiendo
envidiando
desvalijando
mancillando
violando
adulterando
apedreando
talando
injuriando
menoscabando
silenciando
lapidando
difamando
estropeando
viciando
depravando
juzgando
justificando
timando
encubriendo
amordazando
contando
saqueando
lapidando
malversando
infectando
acumulando
odiando
callando
despojando
empeorando
cagando y cagando y cagando.
El DeLorean DMC-12 lleva sueños apestosos
las ventanas cerradas
y tu adentro
un chulo albino hambriento
al fondo
el silencio.
Clases básicas de círculo cromático
Solo en él queda viva la mirada
que fulge aún como la llamarada
última de un incendio en los escombros.
(A Bolívar en San Pedro Alejandrino / Julio Flórez)
La libertad es más que ocho letras,
la paz más que un pañuelo blanco, (hay una paloma en el campo de tiro)
independencia más que un grito,
Colombia más o menos, nunca se sabe.
La violencia es más que una época, tristemente,
la desigualdad algo de carne y hueso,
(sin mucha carne por lo general para algunos en los platos)
Setenta y tres mil días, uno encima del otro buscando,
Heráclito sigue bañándose en el Magdalena.
María es un alma en pena que aun espera a Efraín,
los Buendía aun no encuentran su tierra,
la soledad de María es tuya y mía,
espejos caminantes con ojos tristes en el mar, en el nevado.
Cinco hermanos en América festejan,
ninguno organiza una fiesta en común.
Colombia parece no descubrir la dulce textura del gris,
saquemos la esperanza de las urnas bicentenarias.
Rin rin renacuajo ahora teme decir la verdad,
y lo Nocturno sigue asechando los poemas clandestinos,
Gonzalo perdió hasta la Nada,
sombras de colores sin pasión en el mar.
Demasiadas siglas que no abrazan,
demasiados ismos que no besan,
demasiado olvido que no perdona,
suficiente sangre que no justifica.
Doscientos años son bastante ya para despertar.
Cauchera
Ibrahim Syam encuentra entre los escombros de su barrio un caramelo con el dibujo de un niño, lleva puesta una remera naranja, pantalones cortos azules y piel amarrilla, el dibujo además deja ver en su bolsillo trasero una cauchera, Ibrahim no entiende porque el niño sonríe y se pregunta ¿Por qué el mundo ignora a Gaza y la lucha desigual entre piedras y tanques? Ibrahim, mira la esquina derecha del caramelo, aquel niño se llama Bart, Ibrahim no sabe quién es. No importa. Ibrahim quiere ser abogado, aun cree en la justicia.